sábado, 26 de noviembre de 2011

El legado de Graciela González Blackaller

Por: Marisol Vera Guerra


No la conocí en persona, sin embargo desde hace varios años, hasta ahora, al leer sobre literatura tamaulipeca, me he encontrado repetidamente con su nombre: Graciela González Blackaller। Escritora, docente y forjadora de nuevas voces, figura esencial en el panorama literario de nuestro estado. La maestra Chelita, nacida en 1922, partió de este mundo terrenal el pasado 14 de noviembre, a la edad de 89 años, dejando tras de sí una estela de obras en las que se combina su amor por la docencia y su pasión por las Letras.

Oriunda de Saltillo, Coahuila, Graciela se hizo tamaulipeca por adopción, amantísima de la palabra poética. En su trabajo estuvo presente un fuerte sentimiento nacionalista sembrado, sin duda, en el seno familiar. Su padre, el maestro Martín González Vázquez, sirvió a la Revolución como pagador del ejército –llegó a tener un grado de Mayor–; su madre, Adela Blackaller Ballesteros, fue enfermera voluntaria del mismo.
Incansable, Graciela se mantuvo activa hasta el final de sus días। A partir de 1944 se desempeñó en la docencia, la cual ejerció desde el nivel básico hasta el nivel superior.
Entre otros cargos relevantes, estuvo al frente del Departamento de Producción Editorial del Instituto Tamaulipeco de Cultura y fue directora de la revista En la Cultura, del Gobierno del Estado.
Coordinadora por cinco años del Taller de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en Ciudad Victoria। Socia fundadora de la Sociedad de Bellas Letras Bellas Artes y asesora literaria de la misma।
Fue autora de los poemarios: Lapislázuli (1968), Isondí Isondú (1978), Samperio no existe y otros cuentos (1989), Contra Reloj (1989), Cuatro Viajes (1994), Bajo la Superficie (2001), Yo sé que tú comprendes (2002) y ¡Cómo pasaron los años! (2004); en el rubro de la educación publicó el libro Guía práctica de español (2007), que contó con distribución nacional।
En 1999 recibió el reconocimiento como Creadora Emérita, otorgado por el Fondo para la Cultura y las Artes de Tamaulipas.
Sus poemas contienen, a menudo, una marcada crítica social –no exenta de un sentido del humor muchas veces necesario para enfrentar la realidad–, por ejemplo en “Mujeres alerta”, del libro Contrareloj, dice:
Sería justo tal vez,
si Naturaleza aceptara
que de seis hijos que envía,
del hombre nacieran tres.
Los habitantes de este elefante surrealista llamado Tamaulipas, dedicados al quehacer literario, sabemos lo difícil que es hallar espacios para formarnos como escritores. No contamos en el estado con una sola facultad de Letras y en la mayoría de los municipios no existen talleres permanentes de creación o de investigación literaria; de este modo, forjar una cultura literaria es una tarea ardua, lenta y quijotesca. Muy valiosos resultan los esfuerzos de quienes, por cuenta y riesgo propio, le dan continuidad a la literatura a través de cursos, talleres, encuentros y lecturas públicas. De aquí que, además de su contribución como creadora, sea tan relevante la labor de Graciela González Blackaller al impulsar a nuevas generaciones de autores, desde Ciudad Victoria, lugar donde vivió y se despidió del mundo.
Quienes compartieron el pan y la letra con Chelita contarán ricas anécdotas de su vida. Y entonces, quizá, pensarán algo como lo dicho en aquellos versos suyos:
No hay distancias.
Permaneceremos unidos para siempre
en la bóveda azul
de los silencios.
Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Martes 22 de noviembre de 2011.

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